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EVENTOS DEL AÑO |
* Matanza del cerdo * El esquileo * La vendimia * Carnaval
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La matanza del cerdo:
La noche anterior al
día de la matanza, se cogía una hogaza de pan, y se cortaba con un cuchillo a
lonchas delgadas que se echaban en un barreño.
El día de la matanza
se reunía toda la familia por la mañana y se desayunaba con aguardiente y
pastas. Después se preparaba el banco que se empleaba para matar el cerdo, y
también se ponía a mano paja menuda.
El que mataba el
cerdo iba provisto de un gancho de metal y un cuchillo. Este gancho tenía una
punta muy afilada y, por el otro lado, acababa en curva. El matador cogía el
gancho y se le introducía al cerdo por la parte de la mandíbula, sujetándole
en el muslo, mientras que otros hombres le cogían de las patas y los chicos
del rabo. Entre todos colocaban el animal encima del banco, y el matador
introducía el cuchillo por el hueco supraesternal, con dirección al arca.
La sangre del cerdo
caía al barreño donde se había cortado el pan, y las mujeres tenían que dar
vueltas con una cucharrena de metal para que no se cuajara y sirviera para
hacer las morcillas.
Después de muerto el
cochino, se echaba paja molida en el suelo y se tendía el animal tripa abajo,
con las manos separadas para adelante y las patas para atrás, y se colocaban
unas piedras a cada lado para que no se ladease. A continuación se ponía el
bálago de centeno doblado, cubriendo todo el lomo y la cabeza del cerdo, y
después se prendía fuego.
Si se comprendía que se "chamoscaba" demás por un lado, se retiraba el bálago con un palo largo de chopo y se llevaba hasta otro lado que tuviera menos paja, así hasta que quedaba el cochino bien "chamoscado" por todas las partes. Después, se ponía tripa arriba y se hacía la misma operación. Si las patas no quedaban bien "chamoscada", se hacían unos manojos de bálago atados con la misma paja y se prendían para "chamoscar" estas partes.
A continuación se retiraba la lumbre a un lado y se ponía una escalera tendida en el suelo sobre la que se colocaba el cerdo. Unos, con un cubo de agua y un puchero, iban echando agua caliente encima del cochino, mientras que otros iban raspando con unos trozos de teja y con cuchillos hasta que quedaba bien limpio. Después se hacía la misma operación por el otro lado y se llevaba el animal hasta donde se iba a colgar y se volvía a colocar encima del tajón tripa arriba.
Con el filo del
gancho le sacaban las pezuñas y con el cuchillo lo abrían y sacaban el
alma, desmembraban el "culero" y desviaban la "tripa del cagalar" para
poder meter la soga, atar el cerdo y colgarle en un gancho que solía
estar clavado en una viga del techo del portal.
Una vez colgado, se
pasaba la soga por los brazuelos del cerdo para sujetarle y se ponía una
gamella donde se iban echando las tripas. A continuación se sacaba la "sadura"
y se colgaba en un clavo para que se orease. Se abría el cerdo hasta la cabeza
con el cuchillo y se arrancaban las pellas de manteca con las manos para
ponerlas por encima de un palo que se clavaba a los brazuelos.
Las mujeres quitaban
la manteca de las tripas y las iban cortando con unas tijeras. Después se
hinchaba la "pamparrota" con una paja de centeno y se daba golpes para hacerla
de mayor tamaño.
Se cortaba un trozo
de hígado y otro de magro, de la carrillada, y se llevaba al veterinario para
analizarlo. Y, a continuación, se cortaba un trozo de "sadura" y degolladuras
de la parte ensangrentada por donde se había introducido el cuchillo para
matar al animal y se hacía una fritada para el almuerzo.
Las mujeres iban a
lavar las tripas a un arroyo y las cortaban, a la medida de los chorizos que
harían más tarde, para poderlas volver y que quedasen bien limpias. Mientras
tanto, los hombres se dedicaban a hacer rajas de enebro o roble y a beber vino
del porrón.
Las mujeres, una vez
lavados los intestinos, los echaban en un puchero de tierra con sal. Y lavaban
las tripas de las morcillas con agua tibia, vinagre, sal y cebolla picada.
Estas tripas se cortaban en trozos y se cosían por un lado con hilo de
algodón.
Para hacer las
morcillas se ponía un calderillo de cobre en la lumbre, colgado en el allarín,
con dos partes de agua y una de arroz, y se echaban unas rajas al fuego.
Cuando estaba a medio cocer, se retiraba y se ponía una sartén en la que se
echaba cebolla bien picada y manteca. Cuando la cebolla estaba bien frita, se
retiraba del fuego. Se volcaba el arroz en una gamella junto con la manteca,
la cebolla y la sangre del cerdo, y se añadía canela, pimienta, cominos, sal y
ajos, al tiempo que se removía todo para que quedase mezclado.
Las mujeres, cogiendo
los trozos de tripa cortados, los abrían separando dos dedos de una mano y con
la otra cogían mondongo para llenarlos, dejándolos un poco menguados para que
no reventasen las morcillas al cocerse. Iban entregando las morcillas ya
llenas a otras mujeres para que las fueran cosiendo por el otro lado y las
echaran en una gamella hasta que estaban todas hechas.
Se ponían unas
trébedes en la lumbre y la caldera de cobre encima con agua. Cuando empezaba a
hervir, se iban echando las morcillas con cuidado después de pincharlas con
una aguja. Se dejaban cocer a fuego lento hasta que se ponían morenas y,
cuando se comprendía que estaban cocidas, se retiraba la caldera del fuego
para que se sosegara.
Después se sacaban
las morcillas con una cucharrena y un plato y se colocaban encima de una mesa,
separadas unas de otras, y se dejaban orear hasta la mañana siguiente. Al
coserlas, dejaban dos hilos largos por uno de los lados con el fin de poderlas
atar a unas varas que colgaban de los machones del techo de la cocina, de
donde se iban cogiendo cuando se necesitaban para la comida.
Los hombres, por la noche, preparaban el somarro, que era la morrera del cerdo, y con un cuchillo se hacían varios cortes, se echaba sal molida y se ponía a la lumbre (con buenas ascuas) sobre unas parrillas. Cuando estaba asado, se subían a la bodega en compañía del pastor que llevaba las ovejas de la familia y se dedicaban a comer y beber hasta que les parecía. Después bajaban a casa a cenar y, a la terminación, se servía el morcón asado mientras el porrón no paraba de dar vueltas. Acabada la cena, se empezaba a jugar a la brisca y, de despedida, se tomaban unas copas de aguardiente.
A la mañana
siguiente, las mujeres llevaban caldo de morcilla en un puchero de
barro, un trozo de "sadura" y otro de tocino al pastor y a otras casas.
Mientras, los hombres descolgaban el cerdo, lo ponían tripa arriba
encima del tajón, iban cortando el cerdo y echándolo en unas gamellas.
Primero quitaban la cabeza y las pellas de manteca. Luego desprendían
los costillares del espinazo y, con un hacha y un mazo de madera, se
hacían cortes en las costillas. Se separaban los solomillos con las
manos, se cortaban los jamones y se separaba el tocino con un cuchillo. Quitaban las orejas de la cabeza y partían ésta por la mitad, con el hacha y el mazo, para sacar los sesos. Luego se cortaba el magro que |
había entre los huesos para destinarlo a hacer chorizos, y se partían los huesos en trozos para echarlos en sal.
Para hacer las güeñas
se cocía el cuajo y el esófago y se echaba junto con las partes ensangrentadas
del cuello. Todo ello se picaba en una tabla con un cuchillo y se iba echando
en un barreño. Después se añadía sal granzuda, pimentón, orégano y ajo.
Para los chorizos se
destinaba el magro que salía de limpiar los huesos y lo que se desprendía al
preparar los lomos y los solomillos. Se hacía la misma operación que con las
güeñas, se amasaba con las manos y se dejaba reposar tres días.
A los tres días se
volvían a lavar los intestinos con agua tibia, vinagre y sal. Se metía un embudo
por el hueco de la tripa y se iba llenando con salchichas. Había que procurar
apretarlos bien con las manos para que la tripa no quedase hueca.
Una vez hechos los chorizos y las güeñas, se achorizaban atando hilos de algodón prietos a cada tramo, y después se colgaban en varas bajo los machones de la cocina para que se fueran curando. Se tenía que hacer lumbre durante unos veinticinco días para que el humo curase la matanza.
También se preparaba el
adobo, que consistía en echar en un gamellón agua, sal, pimentón, ajo machacado
y orégano. En este adobo se metían los huesos, los costillares, las almas, la
papada y los lomos. Durante quince días tenía que darse la vuelta todas las
noches para que todo cogiera bien el adobo, y luego se colgaba también en las
varas de la cocina para que se secara.
Los jamones, los
delanteros y el tocino se cubrían con sal. A los veintiún días se prensaban
poniendo unas piezas sobre las otras y unas piedras escuadradas encima. Después
se untaban los jamones con pimentón picante y se colgaban para que se curasen.
Los chorizos, las
güeñas, los lomos y los costillares, una vez oreados, se hacían trozos, se
pasaban por la sartén y se metían en ollas de barro cubiertos de aceite. A esta
operación se llamaba enterrar los chorizos. Estos alimentos, así conservados, se
guardaban para comerlos durante la época de la recolección de los cereales.
La fecha de esquilar es del 18
de junio al 28 del mismo mes, dependiendo de lo que "apreten" los calores.
El rebaño se apartaba la víspera del esquileo por la tarde.
Primero se tomaba una copa de
aguardiente para poder aguantar la dura jornada de trabajo. Después se cogía
una oveja, se la tumbaba en el suelo -metiéndosela uno por la encajadura- y se
la cruzaban las manos con las patas para trabarla y que no se moviera durante
su esquileo.
Antes se trababan las ovejas con una cuerda de lana, de manera que el animal no perjudicara al esquilador o esquiladora, pues por aquel entonces también esquilaban las mujeres.
En la actualidad los rebaños son de un único propietario, lo que permite que cada uno esquile cuando quiera, pero siempre se hace en buena unión. Tanto es así que la mayoría de los hombres se ayudan los unos a los otros.
Unos empiezan a esquilar por el cuello, otros lo hacen por la paletilla y, en fin, cada uno coge la tijera y empieza por donde puede y como puede. Aunque en la actualidad la tijera se usa poco. Ahora se suele esquilar con máquina, que es más fácil de manejar y se tarda mucho menos de esquilar.
Con la tijera se podía dar algún corte al animal. Cuando ocurría esto, se echaba "Beterín" -y a veces tierra- para proteger a la oveja de la picadura de las moscas y para evitar que criasen gusanos en la herida.
Con la máquina, nuestros profesionales "sollaron" a los pobres animales hasta que cogieron el tacto al instrumento, pero ahora ya han empezado a dominar todos la nueva técnica y las ovejas sufren daños menores.
Con anterioridad al empleo de
las máquinas, el tiempo que empleaban 14 esquiladores con tijera en mano para
esquilar un rebaño de unas 500 ovejas era de un día. En la actualidad, se tarda
bastante menos.